¿El amor termina? ¿Cuándo te das cuenta de que una relación se ha roto?

El otro día leí un cuento escrito por un compi de teatro, Christian Pueyo, y me encantó! profundo contenido y escrito de forma muy ingeniosa. ¡Gracias Christian, sigue escribiendo por favor! (http://psicocliker.blogspot.com.es/2015/01/alguien-le-pregunta-las-mariposas.html#!/2015/01/alguien-le-pregunta-las-mariposas.html)

¿Alguien le pregunta a las mariposas?

Había una vez una de esas princesas de cuento inaccesibles que se depilan mucho las cejas y se tiñen las ideas rubias que todos conocemos...

Era una de esas típicas chicas princesas que decían que todos los tíos príncipes eran unos cabrones pero cuando tomaba el té con sus amigas decía que a ella le gustaban los malotes.

Un buen día la princesa decidió que quería elegir un novio digno de ella, que la ame verdaderamente, así que puso una condición:

"Elegiré al novio entre todos aquellos hombres capaces de estar 365 días tocando el muro de mi castillo sin separarse ni un segundo".

Al día siguiente miles de muchachos se presentaron ante el muro para hundir sus manos alejadas de su región en la piedra.

Con la primera tormenta de enero se marcharon la mitad de los pretendientes.

Con los calores de agosto se marchó la mitad de la mitad.

Cuando ya no quedaban cojines ni comida se marchó la mitad de la mitad de la mitad.

Y finalmente, cuando llegó diciembre, aún con el Sol escondido y la luna muerta, quedaba un joven tocando el muro. Solamente un joven.

El resto de hombres se habían marchado pensando que el amor no valía la pena.

Solamente el muchacho que había adorado a la princesa desde siempre había permanecido anclado al muro de su castillo, esperando pacientemente que terminara el año.

La princesa, que ya había despreciado a todos, empezó a mirar con buenos ojos a aquel muchacho, pensando que quizá la quería de verdad.

Lo espió en abril, había pasado frente a él en mayo, incluso en noviembre disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua a escondidas.

Lo había visto a los ojos y en ellos reconocía una mirada sincera.

Entonces la princesa le dijo al Rey:

"Papá, me caso".

Entonces el Rey se puso contento pensando en sus nietos. Comenzó a preparar todo tipo de espectáculos para la boda. Y le había hecho saber al joven, a través de la guardia real, que el 1 de enero, cuando se cumpliesen los 365 días, lo esperaba en palacio porque quería hablar con él.

Todo estaba preparado. El pueblo contento. Y sus amigas ansiosas pensando en sus vestidos de damas de honor.

Entonces llegó el 31 de diciembre. La noche y sus campanadas. Y tras 364 días con la mano apoyada en la roca... el joven se despojó del muro.

Y se fue.

No pudo aguantar más. El muchacho regresó a su casa, abrazó a su madre y ésta le dijo:

- Hijo... querías tanto a la princesa. Estuviste ahí 364 días y 364 noches. Y el último día te marchaste... ¿qué ha pasado, cariño?

- ¿Sabes qué mamá? me enteré que me había visto. Me enteré que me había elegido. Me enteré que le había dicho a su padre que iba a casarse conmigo. Y a pesar de todo, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor. A pesar de todo no quiso salvarme de una sola noche de sufrimiento...

Alguien que no es capaz de evitarme una noche de sufrimiento...

¿merece mi amor, mamá?

 

Y así fue como sucedió, querido lector.

quería escribir un cuento de amor.

Pero quería que fuera de amor propio.

Y así fue como sucedió, duendecillo.

El amor termina.

Si prestas atención

incluso escuchas cómo se rompe.

El joven fue pared

hasta que se convirtió en espada.

Entendió

que no somos mitades complementarias de nadie

que como dijo un tal Lenon

somos naranjas enteras.

El amor más digno

es el propio

así que soltó el muro

dejó de dormir en los charcos

mientras la princesa bailaba en sus fiestas

y sin preguntarle a las mariposas

se

quiso

a

sí

mismo.