Serenidad ante los problemas, humildad, cambio ... nos llevan a la madurez, competencia dificil y crucial para la Autorrealizacíon. Nos sugería la persona que impatió estas sesiones, buenísima por cierto, que dijerámos ante el espejo cada mañana: ¡¡¡SOY VULNERABLE E INCOMPLETA!! Oye, pues ayuda!!
Con la madurez, tras la autoestima, empatía, proactividad, automotivación y coherencia, llegamos a AUTORREALIZACIÓN, lugar perfecto donde estar. ¡EXITE!
La madurez es
la última de las competencias emocionales del modelo de Las Claves del Poder Personal. La competencia madurez procura satisfacer la necesidad de objetividad del modelo de la Estrella de la Autorrealización.
La madurez radica en aceptar los límites de nuestra condición humana y, por tanto,
nuestra incapacidad para que el
entorno funcione como nos gustaría, entendiendo la influencia negativa que este deseo no cumplido
tiene en nuestras emociones y comportamientos. La madurez es comprender que somos seres vulnerables e incompletos; ello
implica que somos nosotros los que debemos asumir el protagonismo de pedir lo que necesitamos, buscar lo que nos llena y empezar por
nosotros mismos el cambio si
queremos lograr un cambio en el entorno.
LOS EJES DE LA
MADUREZ: HUMILDAD, VALOR Y SERENIDAD
Humildad
La humildad es aceptar
que no vemos la realidad como es, sino como somos, ya que nuestro filtro
subjetivo percibe selectivamente y, en
muchos casos, nuestras emociones nos
distorsionan. Como dice una conocida frase: “La proyección es la
base de la percepción. El mundo que ves es lo que tú has puesto en él y nada
más. Es el testimonio de tu estado
mental, la imagen exterior de un estado interior. Tal como un hombre piensa, así percibe. Por tanto, no intentes cambiar al mundo, opta por
cambiar tu manera de pensar en el mundo.”
Por más que nos empeñemos, el mundo y las personas no serán como nosotros queramos, simplemente serán como son. Por ello, la humildad
nos permitirá acercarnos con respeto
a ellas y mantener relaciones más
constructivas. Si en lugar de aproximarnos desde el juicio, pensando que
tenemos la razón, que los demás lo hacen mal o están equivocados, lo hacemos
desde la aceptación de la diferencia,
la comprensión de la diversidad de motivos y nos comportamos de maneras
adecuadas para generar un campo energético favorable, es muy posible que
influyamos positivamente en lo que deseamos conseguir. Como dijo Confucio: “Si
ves a un hombre bueno, imítale; si ves a uno malo, examínate”.
Valor
Debemos tener en cuenta que no somos elementos
aislados, formamos parte de una red de
sistemas y cualquier acción que realicemos repercute en todo el sistema.
Por ello, si queremos que algo cambie, debemos primero cambiar
nosotros, si deseamos obtener un resultado diferente en cualquier sistema
al que pertenecemos, tendremos que hacer algo distinto para lograrlo. Tenemos
que ser proactivos para conseguir lo que
deseamos. La realidad cambia solo desde la acción, si no hacemos nada, nada cambia. Si no nos gusta cómo se comportan
los demás, solo por ello, los demás no
tienen por qué cambiar; es necesario que cambiemos la forma de respuesta diferente. Si
nuestro comportamiento es positivo, la probabilidad de producir un efecto
positivo en el sistema aumenta. Es conveniente hacernos la siguiente pregunta:
¿Qué
es lo que puedo hacer?
Debemos recordar que nuestra
capacidad de influencia es diferente en función de dónde está lo que nos
afecta. Si está en nuestra zona de influencia (nuestro entorno más inmediato: familia,
amigos, compañeros de trabajo), lo que hagamos tendrá un resultado que podremos
observar más de inmediato. Si lo que nos afecta está en nuestra zona de
preocupación (entorno más lejano: empresa, ciudad, país), lo que hagamos es
probable que no produzca el resultado que esperamos, por lo menos en el corto
plazo.
Por ello, debemos
empezar a actuar en nuestra zona de influencia, con comportamientos positivos; con respecto a nuestra zona
de preocupación, lo que podemos hacer es aceptar
la realidad como es, seguir actuando
positivamente y esperar con paciencia los resultados. Para ello nos ayuda emplear
la serenidad, que constituye el eje
comportamental de la competencia madurez.
Serenidad
La calma y la serenidad
son las llaves maestras que nos permiten ver, valorar y elegir qué, cómo y cuándo debemos
actuar para obtener mayores probabilidades de éxito. La serenidad nos ayuda a
responder a la pregunta de Kant: ¿Qué es lo que puedo
esperar?, ya que, como hemos comentado anteriormente, depende de si
la actuación está en la zona de influencia o de preocupación, el impacto en los
resultados de nuestra actuación es diferente. En nuestra zona de influencia, la
serenidad nos ayuda a decidir la
oportunidad de nuestra acción. Y en la zona de preocupación, la serenidad nos ayuda a ocuparnos conscientemente del proceso,
de lo que podemos hacer y a esperar pacientemente los resultados, aceptando que
no podemos controlarlo todo y que,
aunque hayamos hecho bien el proceso, ello
no implica obtener el resultado deseado.
La serenidad es buscar
por todos los medios que lo exterior no afecte a nuestro mundo interior. La serenidad consiste en
aplicar consciencia a nuestros pensamientos,
calma a nuestros sentimientos y compromiso a nuestras acciones.
CONCLUSIÓN
La autorrealización
debería ser el objetivo central de nuestra vida, al que debemos someter el
resto de las necesidades y ocuparnos de desarrollar las competencias emocionales
que nos ayuden a lograrla. La madurez nos
enseña que la humildad nos libera, el valor nos conecta con nuestro poder personal y la serenidad nos permite seguir avanzando ante la adversidad.
Es nuestra responsabilidad conectar con las
claves de nuestro poder personal y decidir iniciar el viaje, donde la autoestima es el inicio del camino, la automotivación el camino más corto y la
autorrealización el destino perfecto, porque es donde se encuentra la felicidad, estado en el cual se convierte el miedo en amor.
Fuente: información
elaborada por AGAMA
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