¡Me encanta este cuento! Estoy completamente de acuerdo con el mensaje para vencer el conformismo y la mediocridad. Las excusas forman parte de nuestras vidas y hay que localizarlas y eliminarlas, si no, nunca cambiamos las cosas.
Personalmente lo llevo a cabo ¡no puedo con el conformismo! ¡no puedo con las quejas sin hacer nada al respecto! Puede ser dificil, sí, pero no creo que sea imposible.
¿Y tu, crees que esta metáfora es una exageración o que realmente tenemos en nuestra mano el cambio, la mejora de nuestra vida?
La
historia cuenta (...)que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar. No obstante, para el maestro, la lección más importante que el joven discípulo podía aprender era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.
Para
impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el maestro había decidido
visitar con él algunos de los lugares más pobres y desolados de aquella
provincia. Después de caminar un largo rato encontraron la que consideraron la
más humilde de todas las viviendas.
Aquella
casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante de
aquel caserío, debía ser -sin duda- alguna la más pobre de todas. Sus paredes
milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con derribarse en
cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y
los desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto decrépito a
la vivienda. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella
casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la
madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel
lugar.
Sus
viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes eran prueba del estado de
profunda miseria reinante.
Curiosamente,
en medio de este estado de escasez y pobreza total, esta familia contaba con
una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Una flacuchenta vaca
que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco
alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la
única posesión material de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo
único que los separaba de la miseria total.
Y
allí, en medio de la basura y el desorden, pasaron la noche el maestro y su
novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los
dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y
antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su discípulo: “Es
hora de que aprendas la lección que has venido a aprender”.
Sin
que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga que
llevaba en su bolsa y degolló la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta
de la vivienda, ante los incrédulos ojos del joven.
Maestro,
dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, que amerita dejar a esta
familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca, que
representaba lo único que poseía esta familia?”
Haciendo
caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la
marcha, y maestro y discípulo partieron sin poder saber qué suerte correría
aquella familia ante la pérdida de su única posesión.
Durante
los siguientes días, una y otra vez, el joven era confrontado por la nefasta
idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.
Un
año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos
senderos a ver qué suerte había corrido aquella familia. Buscaron la humilde
posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que
la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia,
quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva
familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había
construido una mejor vivienda.
¿Adónde
habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos?
Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se
debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la suerte de los antiguos
moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas.
Cuál
sería su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un
año atrás le diera morada en su vivienda. ¿Cómo es posible? preguntó el joven.
Hace un año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda
pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que
todo esto cambiara?
Ignorante
del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la
muerte de su vaca, el hombre relató cómo, coincidencialmente, el mismo día de
su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado salvajemente
al animal.
El
hombre continuó relatándole a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la
muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la
vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca le había
ganado el respeto de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no
contar con tan preciado bien.
Sin
embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a
menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia
estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de
atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales
y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos.
Después
de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con
este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en
el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores
vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos
ha traído una vida nueva.
El
maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante
relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó:
¿Tú
crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se
encuentra?
Seguramente
no, respondió el joven.
¿Si
ves? Su vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los
mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria.
Al
no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de
algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de
buscar algo más.
En
otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había
dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total,
cuando en realidad estaban viviendo en medio de la miseria.
Así
es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que no
te permite buscar más. No eres feliz con ello, pero no eres totalmente
miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente como
para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de esta situación?
Cuando
tienes un trabajo que odias, que no suple tus necesidades económicas mínimas y
no te trae absolutamente ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de
dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando tienes un trabajo del cual no
gustas, que suple tus necesidades básicas pero no te ofrece la oportunidad de
progresar; que te ofrece cierta comodidad pero no la calidad de vida que
verdaderamente deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco
que tienes.
Muchos
de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida. Ideas, excusas y
justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso
sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de
oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez
hayamos matado nuestras vacas.
¡Gracias María!
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